El síndrome del impostor se define como el malestar emocional asociado al sentimiento de no merecer la posición que se ocupa a nivel laboral, académico o social. No es un trastorno con entidad clínica, es decir, no aparece descrito en ningún manual de diagnóstico médico, pero bajo este término se agrupan un conjunto de síntomas que pueden causar un importante malestar emocional.
Un impostor es una persona que finge ser alguien que no es de manera voluntaria, y cuya conducta obedece a una razón que suele estar asociada a la consecución de determinados objetivos. Por el contrario, existen personas que han alcanzado una estupenda posición y no se creen merecedoras de la misma, de hecho se consideran un fraude y temen que los demás descubran su falta de méritos y competencias porque sufren lo que se conoce como el síndrome del impostor.
La persona que padece este síndrome está segura de que si los otros supieran lo mediocre que realmente es tendrían una visión muy diferente de ella, cesando sus privilegios en caso de que disponga de ellos, por eso está constantemente desvalorizando sus éxitos y capacidades. Este síndrome, que suele aparecer en estudiantes con buenas notas y en mayor medida en profesionales con éxito, tiene que ver con la baja autoestima y el pobre autoconcepto que se tiene de sí mismo. La actitud despectiva o crítica de personas del entorno del sujeto que envidian los logros que ha obtenido, también puede contribuir a la aparición del síndrome.
Según la Universidad de Salzburgo en Austria, los síntomas del síndrome del impostor son:
¿Cuándo alguien te hace un halago respecto a tu vida profesional, tu buen trabajo en casa o como madre, crees que en realidad no es meritorio? ¿Piensas a menudo que no mereces la pareja o el trabajo que tienes? ¿Dudas constantemente de ti y tus logros? ¿Atribuyes tu éxito a la “suerte” y no a tus habilidades?
Esta situación es común en ámbitos como la pareja, la familia o el trabajo. A veces provoca incluso sentimiento de culpabilidad o ansiedad. Pero, ¿dónde nace esta sensación? Puedes haber crecido pensando que “no vales”. En general, este tipo de problemas suelen ser consecuencia de nuestras creencias irracionales, y estas suelen generarse durante la niñez y la adolescencia en función de las experiencias que vivimos, lo que nos dicen y lo que vemos. Aunque no seas consciente de ello, estas creencias se “graban” en tu interior e influyen en tus pensamientos a diario.
Pensar que no mereces lo que tienes genera ansiedad por el miedo de que alguien lo “descubra”, por ejemplo, si durante tu niñez tus padres y profesores te repetían constantemente que tenías que hacer las tareas de forma impecable, es probable que creas que tu trabajo nunca es suficientemente “perfecto”.
Te dejamos un posible plan para combatir esta situación: detecta las acciones que te están “boicoteando”. Siempre que aparezcan emociones desagradables al recibir un halago apunta en un papel lo que sientes. Por ejemplo, “mi jefe me felicitó por cumplir mis objetivos”, contrasta el pensamiento con la realidad. Una vez detectados, es buena idea contraponer esos pensamientos con la realidad buscando evidencias que “desconfirmen” la primera teoría. Por ejemplo, si te fijas, en lo anterior no estaríamos reconociendo nuestros puntos fuertes, sino atribuyendo el halago a una variable externa, como son las emociones que la otra persona siente hacia nosotros. Sustitúyelo por un argumento constructivo. Volviendo al caso anterior, podrías cambiar aquel pensamiento por este otro: ”Es cierto que es mi jefe, pero no siempre me felicita, si hoy me lo ha dicho es porque realmente cree que hago las cosas bien”.
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